Sección: LITERATURA
Serie: ---
Título:
Elizabeth Bishop
Autor: Arantza Fernández
e-mail: luke@espacioluke.com

nº 28 - Mayo

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Preferiríamos tener el iceberg antes que el barco

A pesar del interés y la unánime admiración que suscita la obra de la poeta Elizabeth Bishop ( Worcester, Massachusetts, 1911 - Boston, 1979) en el mundo anglosajón, no se correspondía la importancia que en éste se le reconoce, con la escasa presencia de su obra en España. En 1988 se publicó Antología poética de la mano del portorriqueño Orlando José Hernández en la editorial Mestral. El libro se agotó y volvimos a contar con “una gran ausencia”. Sin embargo, hemos vuelto a recuperar su figura gracias a la traducción que de Norte & Sur , su primer libro de poemas, ha realizado la poeta Eli Tolaretxipi para Igitur , y a la publicación de sus cuentos en Lumen bajo el título Una locura cotidiana traducidos por Mauricio Bach.

Publica su primer libro cuando tiene treinta y cinco años, y no es una escritora prolífica. De hecho, su obra se reduce a cuatro poemarios: North & South (1946), A Cold Spring (1955), Questions of travel (1965) Geography III (1976) y a una compilación y traducción de la poesía brasileña, además de algunos artículos y ocho cuentos. Pero la profundidad de su obra, la calidad y la innovación de la misma la convierten en un importantísimo referente para aquellos que aman la poesía. Elizabeth Bishop supo mantener un altísimo nivel de autoexigencia que se tradujo en la creación de una fuerte y especial personalidad poética, en el nacimiento de versos, modos de explicar originales y renovadores. Su obra es un iceberg que corta sus caras desde dentro para aquellos que prefieran tener el iceberg antes que el barco / aunque eso significara el final del viaje.

Como ocurrió con sus dos primeros libros que fueron premiados con el Pulitzer, el resto de sus poemarios fueron distinguidos con los galardones más importantes y prestigiosos de su país: el National Book Award y el National Book Critics Circle . El reconocimiento de la crítica a su trabajo es, y continua siendo, unánime. El éxito cosechado entre sus contemporáneos se prolonga a través del tiempo con independencia de la escuela crítica que analice su obra, es la nieve que cubre el agua de la poesía y no se disuelve. Y No es Elizabeth Bishop “la poeta de unos”, la escritura en la que algunos encontraran cuajadas sus teorías críticas, es “la poeta de todos”.

Así , el pope de la oficialidad académica , H. Bloom, escribió sobre ella un par de ensayos y le dedicó numerosas menciones en El canon occidental (1985). Porque Bishop es una “poeta de calidad” adscrita por la crítica a una corriente “solvente” de la que fueron predecesores Emerson y Dickinson, Frost, Stevens y su amiga y mentora M. Moore. Comparte con ellos el intento de objetivar, la fijación de la mirada en los objetos y la relación que entre ellos y con la voz poética se establece, la utilización de lo contemplado con fines analíticos. Pero - y he aquí una de las renovaciones que aporta - Elizabeth Bishop es tan detallista, intenta ser tan fiel al objeto que describe, que la impresión que produce es - recuérdese El monumento - la de la aproximación ilógica al mismo. Utiliza los componentes de la verosimilitud y construye a partir de ellos una imagen o sensación de ensoñación, de inquietante apreciación que algunos identifican con el surrealismo. Miss Elizabeth Bishop, inserta por tanto en la tradición poética más culta de su país, asiste a sus bailes de gala vistiendo un traje para el que ha utilizado un patrón prestado, que además ha montado y cosido siguiendo sus propias leyes. Así, por ejemplo en Quai d’ Orleans rompe la convención poética de lo que significa el devenir del agua, se enfrenta a ella al explicar lo estático de lo que nunca nos libraremos.

También la influencia de Hopkins, Herbert, W. H. Auden y T. Eliot es muy visible para la crítica más académica y eso hace que esta escritora, que vivió fuera de los círculos de decisión literarios, cuente con las mejores de sus bendiciones. Como contaba con las de su amigo el poeta Lowel, quien a pesar de ser uno de los escritores más destacados de la poesía “confesional” coetánea de Bishop, - corriente que ella explícitamente rechazaba - confiesa su deuda poética con ella.

Y es que la poesía de Bishop se construye de reversos y anversos, y habita en los distintos e impensables colores del calidoscopio, es parte del agua y del aceite. Porque, aunque fue renuente a la exposición de lo emocional, sus versos tienen una fuerte raíz autobiográfica, parten de muchas de sus experiencias personales. Pero lo hacen de una manera tangencial; digamos que armó un texto en el que cortó las piezas al bies y desde el que podía observarse pasar su vida sólo si el lector se colocaba en las diagonales de los caminos. Elizabeth Bishop, tan precisa en la diana como la voz cazadora de Cuanto más frío es el aire ( The Colder the Air), es una equilibrista de lo oblicuo, se aproxima al centro al sesgo. Sus poemas son fruto de una intensa experiencia agazapada y escondida como un molusco en su caparazón. Una cubierta lisa, brillante y compacta a pesar de las continuas interrupciones, de ritmo perfecto y sin poros - he aquí otra contradicción - gracias a ellas.

A la crítica feminista A. Rich algunos de su primeros poemas le parecieron impenetrables, evasivos, intelectualizados. Con el paso del tiempo, sin embargo, el mejor conocimiento de la biografía de Bishop “iluminó” la oscuridad de sus versos: la muerte de su padre cuando tenía ocho meses y la enfermedad siquiátrica de su madre que hicieron que tuviera que criarse con sus abuelos maternos y una tía en Nueva Escocia y Boston; además se supo de su condición de lesbiana. Su posición en el margen adquirió entonces sentido y centralidad. Bishop es a partir de los años ochenta la niña distinta, la viajera en perpetua búsqueda - vivió dieciséis años en Brasil -la emigrante , la desarraigada, la mitad de lo completo como El caballero de Shalott, los perfiles del retrato y no el retrato entero, el dolor de la fragmentación, la propia dispersión de los trozos, un corazón sajado, las mitades y la pérdida. Su voz poética se descubre múltiple y producto del desplazamiento. El ocultamiento de la voz “real” de la poeta, la salvaguarda de su intimidad se convierte en la explicación de la tangencialidad de sus versos. Ya es así entonces Elizabeth Bishop, la poeta de todos para siempre.

También es poeta reclamada por el canon neoformalista admirador del tono de El Alce y En las pescaderías, e interpretada como parte del Pragmatismo americano por la atención que presta a lo local y cotidiano en poemas como Sextina y Gasolinera. Asimismo será calificada de postmoderna por ser eco de infinitos exilios y fragmentos, de un yo que no se narra ni describe en primera persona.

Porque Elizabeth Bishop nacida en el norte, poetiza los hielos y los bosques atlánticos, y el espeso aire de Florida poblado de animales y manglares. Porque viajera, versifica los colores de los mapas, su equidad al descubierto: la topografía no muestra favoritos; el Norte está tan cerca como el Oeste./Más delicados que los historiadores, son los colores de los cartógrafos. Porque se vale de las geografías y de los paisajes para inquietarnos. Porque en ella lo exterior - bien sea lo urbano, lo industrial, o la naturaleza intacta - es la fotografía de una postal que esconde un texto de profunda reflexión interior. Porque Elizabeth Bishop es la mujer blanca que denuncia el racismo, la pobreza. Es la poeta que admira el jazz y escribe un blues que comienza como queja y se transforma en nana. Porque es la tradición y su valiente opositora, porque tiene una aplastante seguridad poética que interrumpe con constancia para preguntarse, porque su realidad parece un sueño ilógico. Porque sus poemas tiene un comienzo que señalan atajos que no han de tomar y optan por los itinerarios más arriesgados . Porque una voz lleva a otra y un punto de vista a otro y una metáfora a otra y nunca jamás repite sus logros, es, la obra de Elizabeth Bishop, como los icebergs, un insólito atrevimiento de formas perfectas.

Elizabeth Bishop