Sección: OPINION
Serie: ---
Título:
La posada del Almirante Benbow
Autor: Enrike Gutiérrez Ordorika
e-mail: enrike@espacioluke.com

nº 28 - Mayo

Página de inicio
Literatura
Música
Arte
Opinión
Arquitectura
Cine


Números anteriores
Tablon de anuncios
Enlaces
e-mail

Los lugares ignotos, desde tiempos inmemoriales, han despertado miedos y esperanzas en parecida proporción. Aventurándose más allá del umbral de las geografías exploradas lo mismo podía llegarse al Finis da Terre en el que comenzaba una caída infinita a los abismos, como al hallazgo de alguna de aquellas islas desconocidas en las que -según el griego Euemero- no había ni invierno ni primavera, sino un verano eterno, cálido y suave, que permitía a sus habitantes vivir en un estado de dicha incesante.

El mundo y la realidad son sin embargo lo que son, y nuestras lecturas o aproximaciones parten en gran medida del interior de nosotros mismos. Somos seres subjetivos, dotados de imaginación, y hasta en los submundos que investiga la compleja física cuántica nos topamos con principios de incertidumbre. Los propensos a la prudencia prefieren el punto de vista de Parménides y la inmutabilidad de las cosas, los audaces se inclinan por las impresiones de Heráclito y la persecución de renovaciones continuas. Aunque la Historia se representa a menudo como una confrontación entre satisfechos y necesitados, la insatisfacción riega igual el deseo de inmovilidad que los deseos de cambio.

Nuestros antepasados soñaron siempre con un lugar o un tiempo mejor o, lo que es lo mismo, con un porvenir para el que concibieron una serie inacabable de objetivos concretos y un ideal de una nueva humanidad. Pero quizás al aceptar dicha herencia "cometimos el error de creer demasiado en la felicidad" y es muy probable que, como dicen los versos de Michel Houellebecq, "un tren que se detuviera en mitad de las nubes habría podido conducirnos a un destino mejor".

No hay ningún lugar geográfico que sirva para la huida del desencanto, y el nihilismo actual busca su último refugio en la poesía. La melancolía de los sueños perdidos es también arte de la memoria y puede expresarse con el lenguaje que –dice Antonio Gamoneda- contiene la pureza de los sonidos inútiles. De alguna manera así se hermanan la nada y la eternidad.

Mark Shuttleworth, el magnate sudafricano que acaba de costearse un viaje turístico a la Estación Espacial Internacional, evidencia que en el Cosmos un pie avanza con la inquietud del astronauta y otro con el hedonismo del turista adinerado. ¿Guardará esa ignota infinitud algún islote para náufragos? El mapa, probablemente, sigue olvidado en alguna estancia de la Posada del Almirante Benbow y el muerto encerrado en el cofre lamenta no poder apearse del tren para pasear entre las nubes.