Sección: LITERATURA
Serie: El quintacolumnista
Título:
Comienza la Tormenta
Autor: Luis Arturo Hernández
e-mail: luisar@espacioluke.com

nº 26 - Marzo

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LA VIEJA TABERNA DE PRAGA, LA CERVEZA DE PLSEN Y OTRO CRÁNEO PRIVILEGIADO
(Comentario de Leyendas y romances de ciego, de Bohumil Hrabal)

a Bohumil Zavadil

En la tarea de recuperación para el lector castellano-parlante de la incontenible producción hrabaliana, le toca el turno ahora a Leyendas y romances de ciego, una docena de relatos de la más pura inspiración popular -así, ”El señor Hrabal lo tiene fácil”, porque “Es verdad que deambulo por el mundo con la oreja tendida para las instantáneas de la narración”-, nacidos al calor de la palabración de las tabernas y diluidos como la espuma de la cerveza de Plsen en boca de un cráneo privilegiado.

Subgéneros degradados de la épica antigua de la época de los valores absolutos, las leyendas de Hrabal -y sus romances de arrabal- son obras rescatadas de la gran tradición popular checa -de ciudadanos de a pie, anónimos u ocultos-, que el autor culto pergeña para que puedan ser leídas por sus conciudadanos -de ahí el sentido etimológico de leyenda-, con la truculencia de historias salmodiadas por un ciego -y ahí los romances- en la cervecería o en el patio del autor, entreveradas de lirismo por un poeta en prosa y trufadas del sentido del humor relativizador, iconoclasta y desmitificador, que hace de ellas una expresión del estilo grotesco contemporáneo.

Y La leyenda de Caín -que constituye el eje de este dodecamerón, del docudrama subjetivista, tabla central de un retablo apostólico y profano- conforma la muestra más evidente de esta épica menor sin Dios, en un ajuglarado pulso con Jesucristo.

Con una estructura dialógica -por decirlo con un término acuñado por el eximio teórico eslavo de lo grotesco, Mijail Bajtin-, Hrabal plantea un duelo narrativo en el que participan autor y lector -Romance que escribieron los lectores o Romance de la ejecución pública, primero y último respectivamente-, o autor y el lector que se ha transmutado en personaje “rebelado” unamunianamente contra su recreador -”(...) y le pediré que me golpee la cabeza para ver si dejo de poner los nombres y apellidos de personas inocentes en mis charlatanes textos”, Leyenda de las agujas Lamertz-o Romance del asesinato de Anezka Hruzová, contracubiertas de la obra, rubricadas por un post scriptum, epílogo o apostilla sobre la génesis de los relatos.

Pero esa tensión propia de un diálogo entre la producción y la recepción -”Por lo que veo no lo tengo muy fácil, porque por haber llamado a la prosa a un zapatero y a un cervecero y demostrar a través de ellos que la fuerza de la literatura puede salir directamente de la gente, ahora recibo escritos que lo demuestran todo menos que el señor Hrabal lo tiene fácil”, p. 215-, propia de una situación comunicativa que se hace materia narrada, se hace extensiva a la historia misma, ya sea entre la poesía y la pintura explosionalista -Leyenda de Egon Bondy y Vladimírek-, o entre el viajero y el sedentario -Leyenda de las agujas-, ya entre la demencia de la pasión y la atrofia muscular que inspira la schopenhaueriana compasión -Romance de los viajeros alrededor del mundo- o entre alemanes y soviéticos con su síntesis checa -Romance de mayo o fue una noche plácida de mayo-, y, como rasgo común, entre el deseo y la muerte -Romance de mayo, Leyenda de la bella Julinka o Romance de la reina de la noche, piezas centrales de una mayor intensidad poética- o entre el suicidio y el homicidio -La leyenda de Caín, no exenta del característico humor negro -o del ahorcado- checo-, y donde se insinúan sugerencias -”Mi Caín realiza el fratricidio él mismo, sobre sí mismo, con el suicidio”-, bromas y veras de 1967 -”Y mi lector vino solamente para decirme que tuvo el sueño y la visión de que me había suicidado”; “Y yo veo que está contento de verme, de que no haya cometido el suicidio”- que, releídas post eventum, presagiaban ya su trágica muerte en 1997.

Y, conjurando la constatación grotesca de ser animales con conciencia de serlo, la que compone el tercer vértice del triángulo de lo cómico popular -junto al humor negro y los chistes verdes-, la sombra de lo escatológico, el regodeo en la “alegre materia” bajtiniana, el submundo del cuarto trasero salpicado de inmundicias que asoma por doquier -”mientras que nuestra radio, televisión y prensa, con nuestro dinero, sigan disponiendo de la opinión pública y alaben los excrementos y esos vómitos del espíritu con que el animal de dos patas Bohumil Hrabal se masturba públicamente”-, desdramatizando la realidad en su frívola mascarada de Carnaval -Romance de la reina de la noche- tras la que aguarda la Muerte en un pozo ciego.

Esta obra de Hrabal, que no es ajena a cierta ironía satírica hacia el socialismo de rostro humano de aquel momento -”¡Camaradas, perseveren! Manténgase firmes y apoyen a la personificación de su representante , aunque vaya con el culo al aire. Todos a una por la cultura socialista, por el emperador, por Bohumil Hrabal”-, no es impermeable tampoco a la Filosofía del “Régimen” y, así, la Dialéctica asoma en sus presupuestos teóricos -”En efecto, estando en casa estaba fuera, de la misma manera que estando fuera estoy en casa. No sólo abrí mi casa, sino también a mí mismo, me renové a mí mismo, sigo siendo la mano anotadora que coge, rechaza y devuelve pelotas de ping-pong blancas y voladoras, llevadas por una carga de humor y de imaginación”-, con una “síntesis” que “siempre se manifiesta como confusión”, impregnados siempre del sentido liberador de las Vanguardias y, en especial, de la superrealidad, magma al que se accede desde la liberación social e individual, rompiendo con super-ego y estructura económica, machihembrando el Psicoanálisis y el Marxismo -”ya que el hombre no sólo no puede ser libre en la mente mientras no sea libre también socialmente, como enseñaba André Breton, sino que también, como añade el señor Marysko, el hombre no puede ser libre socialmente mientras no sea libre también en su mente”, p. 230-, ya que “el alfiler de la síntesis siempre pincha en lo vivo”.

Y el planteamiento vanguardista, que se percibe en la superposición temporal de Leyenda de la bella Julinka, afecta al collage de inspiración dadaísta que forman Romance de la ejecución pública y, muy en especial, entre la heterogeneidad y el azar, Leyenda tocada en las cuerdas tensadas entre la cuna y el ataúd, una letanía profanada, poliédrico ejercicio de poesía nonsense, en pos de la asociación fortuita -la casualidad petrificante-, y confirma la pervivencia de la categoría estética de lo grotesco que, en una coincidencia significativa, permite traer a cuento, por más de una razón, el esperpento valle-inclanesco como “superación de la risa y el llanto”: “Por supuesto el espíritu con especial apetito se alimenta solamente de cálculos biliares que acompaña bebiendo lágrimas de dolor y de risa” -sentencia en p.226-.

La narración surge, pues, en Leyendas y romances de ciego como tensión viva entre el juglar y el público -”me gritaba una lectora: ‘Qué, ¿a la taberna a escuchar lo que dice la gente para copiarlo y publicar un nuevo libro?’”-, a modo de disputa en la que el bufón del morapio no se conforma con invocar al auditorio o apelar al propio antihéroe del relato, sino que integra las réplicas y las contrarréplicas de los compadres y las comadres al autor en un discurso que nace de la conversación-con la teatralidad de los Cuentos contados, por mencionar el caso de la dramatización narrativa, para nuestros lectores/oyentes, de editorial Ñaque- y se va construyendo, aparentemente en vivo y en directo, de manera polifónica, pero guiado por el gran charlatán, con altibajos e irregularidades típicas del anecdotario de un parlanchín enajenado -por las fuentes populares de sus ajenos contertulios- y alienado por las voces de los otros vocingleros -”Y un amigo mío, que se lee mis libros y también es escritor, trajo a la taberna, atado con una cuerda, a un pariente alienado, y por toda la taberna me gritaba que bastaba que me sentara a la mesa, salivara el lápiz, y que aquel alienado me mearía no uno, sino cinco cubos de historias idénticas a las que me proporcionaban miles de coronas”-, capaces, si se tercia, “de esperarle en algún lugar y pegarle hasta desfigurarlo” -gajes del oficio que también ha conocido, entre nosotros, Sánchez-Ostiz, por tantas razones maestro del esperpento-, con su “estilo Leica” de instantáneas fotográficas del aquí y ahora y de realismo grotesco que trae a la memoria la conmovedora obscenidad del Divadlo Zivota -Teatro de la vida- del fotógrafo checo Jan Saudek, perorata de un tahúr en el duelo de una partida de cartas -”como ocurre en el tute, cuando siempre aquel que cuenta tiene que ser matado con el triunfo por aquel que se prepara a contar”-, palabrismo de un trilero que baraja las cartas de los lectores en un calculado juego de azar, para escamotear los naipes del género epistolar con la picardía del Loco de los Arcanos Mayores del Tarot.

Más emparentado con El soldado Svejk de Hasek -es ”la novela universal, es en cierto sentido el ostentador de nuestro carácter nacional”- que con Milan Kundera -El Gran Hermano Moravo-, Bohuska, lego menor y prevaricador de los heréticos Hermanos Moravos, alza su jarra de cerveza de Plsen en la vieja taberna de Praga -U Zlatého Tygra-, en la capital de Bohemia, inspirado por la dialéctica dialectal del tabernero –“El mundo es una controversia”- para acometer su penúltimo romance de ciego, previo al de la espuela, a sabiendas de que nunca le faltará “el borracho” que en la tradición oral y con una visión profética, igual que Zacarías en Luces de Bohemia cuando evoca al poeta Max Estrella, bohemio y ciego, eche el cierre de la cervecería inmortalizando al santo bebedor Hrabal con su “¡Cráneo previlegiado!”