Sección: OPINION
Serie: Cruce de caminos
Título:
Psicología y Literatura
Autor: María Luisa Balda
e-mail: opinion@espacioluke.com

nº 26 - Marzo

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Ítalo Calvino: “El Vizconde Demediado” (editorial Siruela)

El Vizconde Demediado es un personaje singular cuyo cuerpo, durante una batalla, es partido a lo largo en dos mitades exactas, mitades en las que se representan aisladas, en estado puro, su maldad y su bondad.

Ítalo Calvino novela en esta obra la ambivalencia que impregna cada célula del individuo y en su relato se atreve a simbolizarla a través de la partición de un individuo en dos: uno refinadamente bueno y otro refinadamente malo (ambos por eso inhumanos y erráticos), conduciéndolos a una lucha de fuerzas equivalentes. Calvino nos habla de la imperfección de los absolutos, pero también insinúa que el amor unifica las partes opuestas y las contradicciones del humano; ese ser que para completarse deberá ser deseado, como principal objeto de amor, por una única persona: la persona amada.

El autor nos refiere un primer amor de infancia, el fundamental, el amor primigenio: la nodriza; más tarde, cuando el Vizconde ya es adulto y demediado, y la nodriza ha perdido peso - aunque permanezca y acepte de manera incondicional a ‘su niño’ – es una mujer joven quien ama al personaje y quien decide casarse con sus dos cuerpos y sus dos almas, unos y otras enamorados de la misma mujer.

Pero esta novia, amante y amada, no consigue fácilmente su propósito de unir los opuestos del Vizconde: se genera entonces una lucha singularmente destructiva, en la que se dañan uno a otra los cuerpos demediados del protagonista, intentando cada uno asesinar al otro yo. La pelea finaliza cuando se provocan mutuamente profundos cortes a lo largo de las partes divididas del cuerpo; en este momento aparece el médico para coserlas y así se restaura la antigua unión del personaje, quien se completa al tolerar en su interior la coexistencia del bien con el mal.

Con esta conclusión el autor pretende decirnos que en el objeto de amor, y sólo a través de él, es dónde pueden confluir los dos extremos del ser humano, las dos miradas (la torva y destructiva, y la amable y constructiva) de forma armónica; pero también sugiere que – para poder producirse esta unión - en ocasiones se necesita la ayuda de un tercero.

Esencialmente, el autor se nos revela como el mago que enlaza con habilidad el bien y el mal, aunque simbólicamente el narrador coloque este poder en otro personaje: el médico; ciencia y arte se asocian en esta novela y colaboran con el amor para reconstruir nuestras mitades contrapuestas.

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Cuando se interroga a un novelista sobre si en la obra escrita discurre su vida, o si él es un personaje más de esa ficción novelada, el escritor responde: ‘es una novela’, definiendo así el único modo que el ser humano tiene para alejarse de sí mismo y, a la vez, poder hablar de sí mismo a sí mismo sin caer en la locura.

En psicología, como en literatura, nada puede ser envasado al vacío. Todo se coloca en grandes recipientes donde la presión, los cambios de estado, los sedimentos, la delicadeza del contenido y el roce con otras materias, no permiten que nada se convierta en un objeto de estudio inamovible.

Y los psicólogos, no siendo novelistas y aunque quizá no inventen, interpretan como los escritores y procuran poner en palabras su propia historia, con toda la dosis de ficción y de engaño que a cada uno nos corresponde. Y, como ellos, su actividad no se reduce sólo a eso: también tienen la osadía de realizar construcciones similares con las historias de los demás.

La psicología, que estudia las actitudes y las conductas humanas, aparece hoy como una nueva hechicera científica; una ciencia que se sirve de palabras, de técnicas y de conocimientos para poder llevar a cabo su objetivo: ayudarse a uno mismo y colaborar con los otros, intentando suavizar o unificar las ambivalencias y las discrepancias que tan íntimamente engendramos. Una pretensión en la que se encuentra con la literatura.