Sección: CINE
Serie: Sueños en la caverna
Título:
"Las guerras clon"
Autor: Alex Oviedo
e-mail: alex@espacioluke.com

nº 29 - Junio

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El cine ha dejado para la historia imágenes cuya sucesión encadenada alcanzaban un grado de sensibilidad tal que el espectador era incapaz de moverse de la butaca. Imágenes de Cary Grant perseguido por una avioneta, qué raro, aquella avioneta está fumigando cosechas donde no las hay, o Janet Leight apuñalada salvajemente en una ducha. Gene Kelly chapoteando bajo la lluvia o un camarote lleno de personas atraídas por la llamada de los hermanos Marx.

Pero también ha dejado frases memorables: Siempre nos quedará París, A Dios pongo por testigo que nunca volveré a pasar hambre o Hasta la vista, baby.

Seguramente, el punto más flojo de La guerra de las Galaxias es la que se refiere a sus diálogos. No estamos ni ante una película de Woody Allen ni ante una obra de Shakespeare llevada al cine. Y sin embargo, una o dos frases han quedado grabadas en nuestra memoria como ejes indispensables en la historia del séptimo arte. Confía en la Fuerza, Luke o Que la Fuerza te acompañe, se repetían hasta la saciedad en su argumento y posteriormente en nuestro subconsciente ávido de nuevas sensaciones.

La trilogía de las galaxias entró en nuestras vidas como un soplo de aire fresco en un cine repleto de arquetipos aburridos y monótonos. El cine, que se revisaba sin saber hacia dónde dirigir sus pasos, sucumbía ante la Fuerza de unos personajes colocados en unos decorados fantásticos pero con argumentos clásicos: las películas de vaqueros, de caballeros de capa y espada o la eterna lucha entre el bien y el mal eran aderezados con una dosis de romanticismo, religión y mitología y se transformaban de repente por obra y gracia del gurú Lucas en dos horas de sorprendente fantasía. Y con el tiempo en la saga cinematográfica por excelencia repleta de imágenes reconocibles.

Los seguidores de aventuras espaciales esperábamos con ansiedad el comienzo de la saga. La amenaza fantasma, sin embargo, supuso un mazazo para quienes deseábamos retornar a la fe. La ausencia de un argumento de peso unido a la presencia de un niño repelente y un secundario digital odioso hizo que algunos añorásemos las andanzas de los bufones mecánicos de la antigua trilogía.

Ahora, George Lucas retoma la aventura galáctica con El ataque de los clones. Y lo hace sabiendo que no sólo es necesario una sucesión repetida de esquemas o imágenes virtuales que sustituyan los decorados para captar nuestra atención. Estos elementos forman parte ya de la lógica cinematográfica de los últimos años, por lo que apenas provocan la sorpresa ni en el nuevo espectador (habituado a las play-station) ni en el viejo (un buscador de oro que no se deja seducir por el brillo de las joyas falsas). Para que la magia continúe es preciso regresar al lado más mítico, encontrar explicaciones que nos parezcan creíbles para lo que sucederá después, retomar personajes casi olvidados cuya sóla presencia nos hacía reír o volcar nuestra mirada en la pantalla. Y a estos elementos sumarle las ya conocidas batallas espaciales y los enfrentamientos con las espadas-láser.

Hay algo de ello en El ataque de los clones: la presencia reconfortante de Obi-Wan, Yoda, R2-D2 ó C3-PO hace que la película no resulte tediosa y adquiera pinceladas de brillantez. Pero sigue sin haber un malvado como Darth Vader, o un héroe con el carisma de Han Solo. Quizás en el Capítulo III. O quizás ni siquiera el triunfo del lado oscuro logre equiparar una trilogía de la otra y nosotros añoremos siempre la novedad que supuso La Guerra de las galaxias original.