Sección: ARTE
Serie: Del interés del arte por ...
Título:
Del interés del arte por el público
Autor: Kepa Murua
e-mail: kepa@espacioluke.com

nº 25 - Febrero

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Ahora que los gestores del mundo del arte reconvierten su ideario estético en un discurso económico de índole cultural, la masa anónima reaparece bajo la influencia que nos proporciona el arte en nuestras vidas. Ayer el público daba la espalda al artista, no lo entendía, lo trataba de loco, y con él metía en el mismo saco al arte y a la cultura más adelantada. Hoy a la masa anónima le interesa el arte en unos parámetros de ocio y cultura que derivan en otros aspectos de la economía mundial y el mercado más capitalizado. El turismo cultural o la especulación que de la cultura hace y deshace la política a su antojo son conductas inherentes al mundo del arte, donde a diferencia de otras épocas donde el artista era la columna vertebral de este movimiento, la figura del público adquiere cada día que pasa mayor protagonismo, pues con su presencia sella la garantía de este mundo siguiendo las pautas que marcan las actuaciones institucionales y las modas del mercado. Inevitablemente el artista apenas puede levantar la cabeza. Ni siquiera puede sobrevivir a duras penas creciendo con lo que hace. Ahora ante la llamada del arte deberá pensar en un aplauso generalizado en manos del público que lo condena o lo salva de la quema según sus preferencias y manías subjetivas. La democratización de los llamados bienes culturales, la apertura de múltiples museos que buscan llegar al público sin una política artística definida de antemano, la necesidad de difundir la cultura artística entre la masa anónima, muestra la realidad distorsionada del arte ante las expectativas de la sociedad masificada. El dilema ante la socialización del arte tiene ahora una máxima tendencia a confundirlo todo. Es verdad que todavía el público no se ha convertido en el tribunal que lo dictamina todo, ni el arte ha respondido dando la espalda al público. Pero con los nuevos derroteros que alcanza el arte, dejar que la validez de su existencia dependa en exclusiva de la presencia de la masa anónima, es envolver la especulación económica y mercantil a la que está de por sí sometida con una política enrevesada y vacía de contenido, por no decir peligrosa. El arte en sus múltiples registros alcanzará en el futuro numerosos matices tanto desde el punto de vista de las exigencias del mercado como el de las apuestas vitales de sus propios e intransferibles creadores. Y el público, minoritario en su educación artística, o sorprendentemente mayoritario en su exigencia democrática, sólo comprenderá el fenómeno artístico en el momento de su producción, en el instante de su propio reflejo, sólo si es capaz de conectar con el momento histórico de su creación, sin olvidar como lo hace, que el arte a menudo se revuelve en primera instancia contra sus conciudadanos. Una vez asimiladas todas su contradicciones, el público no puede dejar de lado al arte que no entiende por mucho que éste se le adelante en sus múltiples evocaciones y códigos de expresión y conducta. La esencia del arte actual de la mano del artista contemporáneo tiene en su tiempo su respuesta. El resto es plasmación, interpretación o engaño. El público pese a su interés por el arte no puede entrometerse en todo.