Sección: OPINION
Serie: El paso
Título:
Orden y desorden
Autor: José Marzo
e-mail: elpaso@espacioluke.com

nº 25 - Febrero

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Los mitos de sacerdotes, reyes y ricos nos harían reír si su comicidad no fuera muy inferior a la injusticia que generan y prolongan. Dios no grabó las tablas, sino Moisés, la sangre de un noble no se distingue de la de un mendigo y las leyes del mercado las dictan a diario quienes acumulan capacidad de decisión económica, política, social y cultural. Teocracias, reinados y corporativismo coinciden en pretender perpetuar la situación privilegiada y el interés de un grupo de hombres mediante el engaño de que la ley fue escrita en instancias que escapan a la acción de los hombres.

La democracia ideal es el único sistema cuyas leyes reconocen haber sido establecidas por quienes deben cumplirlas. Por ello, antes que un modo de elección de gobierno y creación de derecho, es un sistema cultural. Sus principios de valor, la igualdad y la libertad, no son verdaderos, pero sí los únicos principios que no son falsos, pues su piedra de toque no es la verdad, sino la justicia. Nunca se realizan y nunca desaparecen del horizonte. Las leyes que en ellos se amparan se mostrarán tan frágiles y resistentes como frágil o resistente sea la decisión de los ciudadanos.

Extraña fortaleza la de un sistema cuyo orden legal rechaza todo orden que se pretenda natural. Por saberse precaria y acechada por el interés de las falsas jerarquías que ansían perpetuarse, siempre necesitará del desorden y la desobediencia para hacerse más fuerte.

Escribió Heráclito que “el pueblo debe luchar por la ley como por sus murallas”, pero las murallas de la ley nunca deben ser tan altas que un niño del pueblo no pueda escalarlas.