Sección: LITERATURA
Serie: Perfiles
Título:
André Gide
Autor: Blanca Gago
e-mail: bgago@experta.com

nº 24 - Enero

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La literatura europea de la Primera Guerra Mundial fue un elemento clave para llegar a la convicción de que el mundo había cambiado de tal manera que, para bien o para mal, ya no sería posible recuperar formas de pensar, costumbres y seguridades que hasta hacía bien poco parecían inamovibles. En medio de un panorama terriblemente incierto, la literatura francesa es una de las primeras en enfrentarse a la crisis de valores sociales y artísticos del primer cuarto del siglo XX. Los escritores luchan, denuncian, analizan, reflexionan, destruyen...todos preguntan mucho pero pocos se atreven a ofrecer respuestas con las que conseguir una cierta tranquilidad. Saben que ese ya no es el camino.

André Gide (1869-1951) asumió desde sus comienzos literarios esta nueva condición social del escritor, que consistía básicamente en presentar y ayudar a comprender al lector la responsabilidad que de pronto había caído sobre sí mismo. Gide revisa, reinventa y juega con los géneros literarios provenientes de la tradición decimonónica y lleva a cabo una profunda renovación de la obra literaria en tanto que elemento social y estético. Una renovación hecha desde la sinceridad ética y el conocimiento de todos los obstáculos que, desde el principio, se encontraría en el camino. Para empezar, su propia educación: Gide procedía de una familia protestaste, puritana, fiel al conformismo moral de la época. Sus resultados académicos y el matrimonio con su prima hacían pensar en una carrera amoldada a todo lo que se esperaba de él. Pero el escritor, desde sus primeras obras publicadas y prácticamente ignoradas, demuestra otras inquietudes. Paludes (1895) es ya una farsa (género de origen medieval) que utiliza el sarcasmo para combatir la “pasividad que nos mantiene en los senderos de la virtud”. A partir de ahí, sus obras son cada vez más conocidas y más escandalosas. En Los alimentos terrestres (1897) proclama la ética de la sencillez hedonista y el rechazo a todo lo que nos viene impuesto;en La sinfonía pastoral (1919) critica la hipocresía de las leyes eclesiásticas del cristianismo, en Corydon (1924) escribe abiertamente sobre su homosexualidad. Los monederos falsos (1925) supone el reconocimiento definitivo de su obra y la cumbre de su reflexión sobre el género novelesco. Aquí, la multiplicidad de puntos de vista obliga al lector a reconstruir y crear su propia novela.

Multitud de relatos, farsas, libros de viajes, cuadernos, cartas y textos catalogados como diversos, de una variedad y riqueza excepcionales, llevan a Gide a obtener el Premio Nobel en 1947. Hoy su obra todavía se considera transgresora y escandalosa porque pocos escritores han hablado tan claro de sus propias experiencias y emociones al hacer literatura. Quizá por sus contradicciones y sus declaraciones, hoy en día bastante polémicas (su homosexualidad era tan conocida como su misoginia o su antisemitismo), Gide sigue siendo un autor y un personaje difícil, áspero, independiente y algo solitario. Conocerlo, acercarse a él sin prejuicios, es todo un ejercicio de inteligencia que todo lector activo sabrá apreciar.