Sección: LITERATURA
Serie: Perfiles
Título:
Stefan Zweig
Autor: Blanca Gago
e-mail: bgago@experta.com

nº 34 - Diciembre

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En la atmósfera cosmopolita, entusiasta y adinerada de la Viena de finales del siglo XIX se educó Stefan Zweig (1881-1942), hijo de un industrial israelita que le permitió dedicarse en cuerpo y alma, desde niño, a aquello que más le apasionaba: la literatura, la historia, la filosofía. Zweig fue uno de los primeros intelectuales austriacos en interesarse por las formas de cultura más modernas: el psicoanálisis (era íntimo amigo de Freud), el surrealismo y el grupo de escritores franceses de l’Abbaye (de quienes tradujo poemas al alemán por primera vez), las vanguardias en el teatro... Su primer libro de poesía se publicó en 1900, y tras ganarse el respeto de la burguesía culta vienesa, empezó a explorar nuevas formas de creación literaria. Así, permitió el asentamiento de la novela corta en lengua alemana, a la que dedicó sus mejores hallazgos, o investigó las posibilidades de la biografía y el ensayo, que le traerían el éxito a nivel mundial.

En 1914, la Primera Guerra Mundial trunca para siempre la seguridad de Zweig y la de muchos intelectuales europeos. El horror y la decepción convierten al austriaco en un ardiente pacifista con una constante preocupación presente en todas sus novelas: no sucumbir ante los valores ficticios de una sociedad en decadencia. El desengaño y la lucidez lo empujan a reflejar magistralmente la lucha de los hombres con sus pasiones, utilizando un estilo desprovisto de cualquier tinte folletinesco. Zweig crea y perfila la tensión como eje central en la estructura de sus obras, una tensión que se mantiene constante y que es capaz de mostrar explícitamente los momentos de crisis, a cuya luz se desvelan los caracteres humanos con toda la grandeza de sus contradicciones, debilidades y sentimientos. En este sentido, sus obras más importantes son Amok (1921), El miedo (1921) y Carta de una desconocida, que obtuvo un gran éxito a través de la versión cinematográfica homónima, obra maestra de Max Ophuls.

Parecía que Zweig lo tenía todo: éxito, talento, seguridad, respeto de la crítica. Él mismo llegó a preguntarse si realmente merecía esa vida tan privilegiada. El éxito no lo conmovía, pero la literatura era su razón de ser, en tanto que posibilidad de expresión y comunicación libre entre los hombres. La escritura lo salvaguardaba de cualquier problema y satisfacía su curiosidad infatigable.

Entonces, el triunfo del nazismo echó a perder esa vida llena de calma y seguridad. Los libros del judío Zweig se prohíben en Alemania, el antisemitismo latente en Europa durante el período de entreguerras ya no se disimula. El ve claramente la destrucción física y moral del continente, pero no se decide a emigrar. Sólo cuando los nazis han pasado de los ataques públicos al silencio absoluto sobre él, Zweig decide abandonar Salzburgo, donde residió desde 1919 hasta 1934, para pasar un tiempo en Inglaterra y recopilar información para una biografía de María Estuardo, y de allí viaja a América. En 1939 empieza su gira por el continente dando conferencias sobre su condición de europeo y judío. El desasosiego lo invade, le asustan la crueldad y la violencia que se ha desatado en Europa, es incapaz de pensar y escribir con claridad. El 22 de febrero de 1942 escribe una carta de despedida justificando su suicidio y muere por sobredosis de medicamentos junto a su mujer. El mundo de su lenguaje había desaparecido, ya no tenía fuerza para seguir.

El suicidio de Zweig fue considerado una cobardía por parte de los intelectuales de la época. Thoman Mann llegó incluso a aventurar un posible escándalo de cualquier tipo como verdadero motivo de la muerte del escritor. Dejando la polémica a un lado, lo que nos queda de Stefan Zweig es su obra, concebida como medio de introspección, de placer, de entendimiento entre seres humanos.

Stefan Zweig