Sección: OPINION
Serie: ---
Título:
Mientras crece la hierba
Autor: Enrike Gutiérrez Ordorika
e-mail: enrike@espacioluke.com

nº 34 - Diciembre

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Hay sensaciones que pertenecen al pasado y hoy parece como si sonaran a destiempo. El presente siembra anacronismos, pero el futuro a menudo termina rehabilitando preguntas y escarbando en las palabras que tiramos precipitadamente a la basura. Siempre es poco el equipaje que cabe en la botella que lanza al mar el náufrago.

Paul Celan se arrojó al Sena desde el puente Mirabeau, "donde el Oka no fluye". Cada uno nombra un río por el que navegan sus esperanzas. Paul Celan, a pesar de todo, era un hombre esperanzado; con la primera palabra que pronunció su hijo Eric cuando tenía veinte meses -fleur- escribió un poema. "(...)Eramos manos, vaciamos las tinieblas, encontramos la palabra que remontó el verano: flor". Paul Celan se ahogó en un triste día del mes de abril de1970 sin que, en varios días, nadie notara su falta. Algo más de una década antes, tras leer a Osip Mandelstam le había dicho a su editor, Gleb Struve, que creía que había encontrado "una verdad inalienable". Mandelstam había escrito que "poesía es la conciencia de tener razón", Celan que "dice la verdad quien dice la sombra".

La soledad del hombre solo que se esfuerza por extraer una verdad del lápiz que garabatea en el papel se ve acompañada, permanentemente, por visitas no deseadas. El pensamiento está lleno de fantasmas a los que cuando no se les abre la puerta entran por la ventana. No hay liberación del pasado si uno no se enfrenta directamente con él. El pensamiento no sólo va por detrás de la poesía, también olvida las emociones.

En el recuerdo, se abre el telón. La campana de una casa de salud suena fuera de escena. Sobre el escenario, Peter Weiss ha puesto una obra dirigida por el marqués de Sade en la que alguien que padece paranoia hace de Jean-Paul Marat. Al público le llega una recurrente y recitada exclamación en stacatto: "Marat, “qué ha sido de nuestra revolución?" Con algún año de retraso, Michel Foucault da una dubitativa respuesta a los estudiantes que abarrotan el salón de actos del CollËge de France: "Me pregunto no sólo si la revolución es posible sino también si es deseable".

El pensamiento llega siempre tarde, no hay una quinta estación en la que remendar la vieja primavera. Paul Celan lee en Mandelstan que las flores son eternas y el futuro sólo una promesa. Wislawa Szymborska vuelve a llamar a la puerta de una piedra que no tiene puerta. ¿Es deseable la revolución? Son mediados de los setenta, y la mujer vietnamita a la que va dirigida la pregunta no sabe, únicamente responde: estos son mis hijos. Tanto va el cántaro roto a la fuente que crece la hierba y sigue la sed.